Si las piedras hablaran contarían fantásticas historias. Hoy día, la mágica casa hacienda Naranjal en San Ramón resiste golpeada el inclemente paso del tiempo. Sus puertas y pisos de madera caen a pedazos, los techos se agujerean, la estructuras exuden vejez. Es una anciana que se aferra a la vida esperando la benevolencia de las arcas públicas o de algún padrino millonario. Pero su escalera de piedra resiste incolumne, como el alma inmortal de que aquella estructura que recuerda a todos sus patrones y visitantes. Vive bajo las reglas de otro tiempo, y captura el milímetro cúbico de quien haya pisado sus peldaños. Cientos si no miles de personas han pasado y posado en ella.

La escalera de Naranjal debió haber sido construida a finales del siglo XIX o comienzos del XX por su primer inquilino y padre, el tunelero francés Jean Monier, abuelo materno de Orlando y Juan Lanfranco Nosiglia, y primer propietario de los fundos, Naranjal y La Auvernia. Sobre Monier pueden leer más en el siguiente post.

Carnaval del mes de febrero, década de los 50s, disfraces en la escalera de piedra. Foto de Juan Lanfranco Nosiglia.

Fotografía de Juan Lanfranco Nosiglia, desde segundo piso de la Hacienda Naranjal.

Perro en la escalera, foto de Juan Lanfranco Nosiglia.

Trabajadores de la Hacienda Naranjal, foto Juan Lanfranco Nosiglia.

Visitantes Hacienda Naranjal, foto Juan Lanfranco Nosiglia.

Ilustración de la escalera de piedra, Hacienda Naranjal, por Rafael Lanfranco Gallofré, artista y nieto de Orlando Lanfranco Nosiglia.

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